Blog personal de un tarracofermense

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sábado, 28 de noviembre de 2015

El poder del músculo risorio.



A diferencia de los tucanes, las conejas o los hipopótamos los seres humanos tenemos la extraordinaria capacidad de moldear diversos músculos faciales a nuestra voluntad. En concreto y de eso va el post, estoy hablando de los llamados músculos risorios.
  
Me atrevería a decir, y por la práctica que he realizado estos últimos días, el músculo risorio (más los demás de la cara que le acompañan) ostenta un gran poder, y pienso que este poder puede llegar más lejos de lo que nos imaginamos.

Algunos pensarán que articular ese músculo a puede ocasionar el efecto de la risa forzada, la que no acompaña con la mirada, incluso aquella que puede sonar a fraudulenta; sin embargo con un pequeño golpe de voluntad (evidentemente que el estado de ánimo acompaña) podemos abrir una ventana a una sonrisa que sin duda alguna abre muchas puertas. El músculo risorio no solo provoca ese conocido movimiento labial sino que también, y por estar ligado a otros músculos faciales, dibuja en nuestra cara un gesto de bienvenida, cortesía y amabilidad.

Este pequeño gesto provoca no solo en nuestro interior un  cierto  bienestar sino que puede ser contagioso al interlocutor que tratemos sea en el ámbito que sea. Yo les diría que hagan la prueba y comprueben los resultados independientemente del cómo se encuentren, recuerden que “el otro”, desconoce nuestro interior o incluso se puede encontrar peor que ustedes.

Y por supuesto, la sonrisa humana a fuerza de practicarla no convierte al quien la realiza, ni en hiena ni en chimpancé, eso son semblantes risorios fruto de una articulación animal característica de esas especies.


jueves, 19 de noviembre de 2015

Lobo hombre en París




Escucho esta canción de La Unión; la recuerdo como de las últimas para el baile en mi juventud de viernes por la tarde en la discoteca.  Y si la traigo a mi entrada 496 es porque desde los acontecimientos del viernes 13, trágico en París, es la que me suena por aquello de lobo y del lugar.

A mi memoria me vienen algunas imágenes de las veces que he estado en la capital gala, y recuerdo entre otros acontecimientos, el de sentarme en algún “Bistró” y disfrutar de una espléndida sopa de cebolla. Pienso en París y enuncio la frase de que como el Paseo de Gracia de Barcelona  no hay calles más bellas en el mundo, y París tiene decenas de esos Paseos.

Evidentemente  la tragedia y el horror de los hombres lobo sobre París, no tiene racional explicación y por mucho análisis de la situación con lo que nos inundan telediarios y periódicos, no encuentro solución para despejar la ecuación de la intolerancia, el horror y el conflicto internacional que se avecina.

Como mucho de ustedes, me enteré sobresaltado por la noticia; quizá más tarde acostumbrado al baile de cifras de víctimas, el sobresalto dejó de ser eso para convertirse en una cifra del telediario, sin duda  alguna ese baile numérico poco se parecería al de mi juventud de los viernes al anochecer. Descansen en paz las víctimas de París y ojAlá encontremos al "cazador" de este cuento. 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Algo que pienso de la poesía.


Vale que el que escribe poesía  demuestra ser un “ingeniero” del diccionario, y sí pueden ver en el proceso literario una suerte de ingenio y de composición ordenada pues el escritor de poemas encuentra con sagacidad las palabras para hacerlas rimar, contar en silabas, añadir ritmo y belleza al texto.

De todas formas, no creo que la poesía trate solo de esa “fortuita” composición ordenada con las reglas de la métrica. Sino que quien escribe poesía además de esa capacidad y conocimiento de la lengua, demuestra una actitud a la hora de expresarse.

Actitud que tiene dos vertientes, la primera sobre cómo le impacta al escritor el tema que le ha elegido para versar, tema que sin lugar a dudas le llega por una cierta experiencia vivida y/o sentida (aunque también podría llegarle del imaginario). Para ello, no solo hace falta una actitud para conectar con ese tema, sino que es necesaria una determinada sensibilidad para que ese aspecto llegue al corazón y a la mente (el poeta es un ingeniero de palabras) de una forma más bien fuera de lo común. El poeta ha de tener el corazón abierto ante los hechos, debe estar atento a sus sentimientos, y debe tener la mente (o la pluma)  lo suficiente diestra para recoger aquello que siente de una forma 
artística.

Una vez ha ocurrido el “flash”, por el que el poeta decide publicar, en ese acto el escribiente, y aquí la segunda vertiente, debe tener un gesto de desfachatez y también de valentía. Cuando digo desfachatez, no quiero ser periorativo, sino que califico a la actitud de escribir y publicar una especie de “sinvergüencismo” pues la publicación poética supone desnudez del alma de quien escribe. Puede que quien escriba sienta el recelo de no publicar por una especie de pudor al ser descubierto, por eso el escribir y hacer público lo que uno siente de una forma tan afilada como puede ser un poema, es también un acto de valentía e incluso de rebeldía.