Blog personal de un tarracofermense

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jueves, 28 de diciembre de 2017

Dormir con antifaz.






¡Buenas Noches!


Desde hace una temporada y sin gato, vengo durmiendo con antifaz en mi rostro. Todo comenzó motivado por que la inquilina que se acuesta conmigo, desde siempre tiene "instalada" en su lado de la cama su sección de lectura y luz, luz que aparte de alumbrar el libro objeto de su habitual afición, invade mi "espacio lumínico" con el correspondiente haz que dificulta mi merecido descanso.

Sí, personalmente la luz me dificulta el sueño en todas sus fases, no así el pinganillo que cuelga y cuando quiere se descuelga de mi oreja y mientras está en mi pabellón viene acompañándome con el programa de radio de turno hasta que Morfeo cumple su misión de abrazarme.

Cuando vi a Audrey en "Desayuno con ..." durmiendo con este artilugio pensé que lo hacía por un gesto de sofisticación, de necesidad tras una alocada noche de juerga, o para asegurarse un despertar sin ninguna interferencia... De hecho, en mi anterior casa familiar, mi madre (Hola Mami) es una habitual usuaria del antifaz, sin abordar la cuestión con ella siempre he pensado que lo hace por el efecto de aislamiento que ya por experiencia, les digo que provoca el antifaz.

Y sí, dormir con antifaz, provoca un efecto de aislamiento del todo recomendable para la práctica del sueño, yo ya no me preocupo de luces encendidas, lecturas noctámbulas de mi pareja o persianas "herméticamente bajadas", incluso me puedo olvidar de cerrar mis propias pestañas para dormir ... La verdad es que estoy satisfecho con este hábito. También he pensado en el efecto psicológico que provoca el ponerse este artilugio, pues a veces funciona como un perfecto somnífero, el tacto suave y sedoso que la pieza provoca en la parte superior de mi hermosa cara es agradable y acaricia de alguna forma mi sueño. Puede y lo he pensado, que exista un peligro de dependencia, no sufran, en alguna ocasión de olvido o descuido también he podido dormir.
Se pueden encontrar de todas formas y colores, además son portátiles: caben en un bolsillo, neceser, o bolsa de viaje sin ocupar espacio. El otro día, por motivos  navideños, tenía una comida en la zona político-familiar (ya me entienden) y  pude llevarme el objeto discretamente por si acaso hubiera conflicto de intereses a fin de buscar refugio en una zona neutral por aquello de la siesta y digestión...

Ahora uso un antifaz de esos que proporcionan las simpáticas azafatas de la Renfe cuando realizas un viaje "transkilométrico" me va bien, aunque  con el uso y disfrute que le doy está algo gastado. Anduve el otro día buscando uno de repuesto pero no lo hallé; en alguna tienda había, pero estaban precintados y no los podía probar para experimentar el efecto "suavidad" que antes comentaba. Sí, si estas cosas se han de probar, yo y mi mujer antes de tomar decisiones de compra de sofás o camas, realizamos la prueba del estiramiento en el mueble (no mucho rato) para cercioramos de que su efectividad.

Sigo buscando, pensé incluso en esas típicas tiendas de la cadena "sex-sop" (me parece que se llama así) por aquello de los juegos nocturnos, incluso me imaginé aquello de la "gallinita ciega y si das tres vueltas me encontrarás" ... pero si quiero encontrar gatos, gallinas o pareja de baile en mi cama, les aseguro que cual Guerrero Del ...que las encuentro con antifaz o sin.

PD. Puede que sospechen que al rimo que llevo de escritura, ésta sea mi última entrada del año, lo más probable es que así sea; aprovecho para felicitarles las fiestas y expresar mis mejores deseos a todos para el año 2018.


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jueves, 6 de julio de 2017

Astronautos y Pediatros.















El otro día manteníamos un pequeño debate sobre la masculinidad o feminidad de las palabras. El tema se centraba en las profesiones. Y entre los debatientes se sostenía la idea de que se debería renombrar revisando el género más adecuado, en beneficio de la igualdad entre los hombres y las mujeres.


Yo entiendo, o al menos a mí me lo parece, que el debate puede resultar cansino y no sé decirles si una reforma en el género de muchas palabras de nuestro Diccionario de La Real y Académica Lengua puede ser útil en beneficio de la igualdad … bla, bla, bla. Sinceramente no creo que la igualdad entre mujeres y varones venga condicionada por una revisión del lenguaje. 


Todo comenzó por lo de Juez y Jueza … a lo que yo defendía (aunque igual me equivoco), que la palabra juez “carece” de género y es tan apta para ellas como para ellos.Si llamamos Jueza al la señora Juez ¿ porqué no Juezo al señor Juez?

Mi contrincante en el debate me comentó que el colectivo de “Azafatos de Vuelo”, luchó de lo suyo en su tiempo para incorporar el término masculino ya que solo existía el de “Azafata” (y éste necesitaba una variación para el género) Puede que algunos casos excepcionales esa corrección resulte plausible.

Mi idea, es que se está llevando demasiado “las ascuas al sardino”; no creo que se deba hacer una revisión completa del diccionario por el mero hecho que una palabra acabe en a A en O (por poner esos casos) - y con ello revisar su grafía para no confundir el género con el sexo. Yo diría que las reglas gramaticales son una cosa y la igualdad de hombres y mujeres otra...

Le decía al colega que entendía lo de “azafato” pero no consideraba imprescindible lo de “jueza” ya que pienso que algunas palabras, si se profundiza en ellas y no solo se leen, si no que se escuchan con atención, tienen una sonoridad que no da lugar a confusión de género; pongo como ejemplo: Pediatra, Astronauta, Periodista… Es decir, que me parecería absurdo reinventar aquello de Pediatro o Austronauto.

Para ejemplos los que quieran, para debates pues tantos como lenguas, palabras géneros y sexos ¿Ocurre esta controversia en el mundo anglosajón u otros espacios lingüísticos con menos riqueza de géneros semánticos que el castellano?

Si quieren profundizar en la materia y si les gusta la controversia del lenguaje, el género, la morfología y el sexo piensen … en eso, la polla y el coño (con perdón), pero no piensen demasiado no les vaya a coger un calentón. 


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jueves, 18 de mayo de 2017

Sobre el deseo ...








Hace unos días que tengo en la cabeza (puede que en el cuerpo) algunas ideas sobre aquello que llamamos deseo.

Me pregunto a menudo de dónde nace ese anhelo e intento, aunque sea vagamente, escribir sino respuestas definitivas al menos algún apunte al respecto.

Lo primero que se me ocurre tiene que ver con la inmediatez con que pueden aparecer (y también desaparecer) los deseos … y esto me pasa porque tengo la imagen bien de la estrella fugaz o las velas de cumpleaños. Esto me da una idea de inmediatez pues el “¡piensa un deseo!” empieza y acaba en el momento de esa estrella o en el soplido de las velas; se trata entonces de un anhelo que tan solo es la intención de que algo pase … e incluso de una intención que no puedes expresar por aquello que si lo dices ¡no se cumple! Pero para nada se establece un plan premeditado para que aquello que “piensas” se lleve a cabo.

A veces pienso que esto de los deseos tienen algo de irracional o al menos de escasa probabilidad de que se den … ¡Qué se acaben las guerras! o ¡Qué me toque la lotería! no dejan de ser “sentencias” bien intencionadas, pero a no ser que seas un super-líder mundial o compres todos los “boletos”, no dejan de ser ilusiones con vaga posibilidad de que se materialicen.

Tengo en mi cabeza (y también en el cuerpo) aquella connotación carnal del deseo, diría que en este caso responde a un instinto que tal vez se aloje en nuestras pasiones; en el caso de muchos hombres si se trata de una mujer apetecible y está harto buena…  si quieren, ya me entienden…  y si además a este tipo de emoción-pulsión viene adrezada con sentimientos … pues eso, que pastel y guinda.

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Leí no sé dónde, que el deseo es como una oración, oración entendida como plegaria. Algo que pedimos a un ser superior (a Dios, si creen) en ese caso creo que, aunque se parezca, la oración tiene algo de ceder nuestra voluntad a la del Creador. La oración sincera debería el anhelo personal hacia algo más “noble”, algo sujeto a un orden o un plan, un orden que tal vez no conozcamos y por tanto ni sea favorable ni probable que nos tenga que ocurrir.