Parece claro que la belleza, o la idea que tenemos de ella
responde a unos cánones que previamente se diseñaron y se encuentran recogidos
en algún lugar que ahora no sabría recordar.
Pero a mí me da que cuando se nos presenta algo bello no
solo lo recogemos con admiración sino que tratamos de adecuarlo a nuestro
interior; lo hacemos porque nos sentimos a gusto, nos atrae o incluso puede
llegar a enamorarnos. Sin embargo sostengo que en esa interiorización de lo
bello puede existir una pequeña lucha interna en la que intentemos perfeccionar ese objeto, composición
o persona que se nos presenta como atractiva.
Pienso que lo hacemos por un cierto inconformismo o por una
pequeña ansia de llegar a la perfección. Intentamos adecuar ese detalle insignificante
que haría que ese objeto contemplado tuviera del grado de obra perfecta; bien
porque nos damos cuenta que hay algo a mejorar, algo que no cuadra o porque
pensamos que encajaría de una forma exacta a nuestra idea que tenemos de
perfección.
Estoy convencido que algo similar le ocurre al artista antes
de completar aquello que luego se ha calificado como obra maestra. Me gusta
pensar que el autor durante ese proceso creativo, sea del tipo de expresión que
sea, es consciente de que algo así
ocurrirá con su obra en el momento que la exhiba; incluso él mismo pasa en por ese trance
mientras la compone, y en muchas ocasiones le cuesta completarla o dictaminar
cual es el final.
A ese fin, lo que hace genial al artista, es que de alguna
forma "inserta" en su obra ese elemento(-s) de aparente “imperfección” para que
seamos cada uno de los espectadores que resolvamos a nuestra manera aquello que encaje
más con la idea personal que tenemos de “belleza exacta”. Y lo hace innovando, inventando una técnica antes desconocida que le permite transportar aquél detalle(-s) como si trasladara una especie de ecuación de múltiples soluciones
que a cada uno de nosotros nos corresponde encontrar. Ecuación que por cierto resulta irresoluble.
Por eso creo que Leonardo aunque todo cuadrara, “esfumateó “ la boca
de Mona imposible de descifrar.
Por eso creo que Bach se inventó las “disonancias” en muchas notas que nuestra personal acústica
le cuesta imaginar.
Y por ello las obras maestras, permanecen. La belleza perfecta, está claro que en este mundo no existe.