Hace unos días que tengo en la cabeza (puede
que en el cuerpo) algunas ideas sobre aquello que llamamos deseo.
Me pregunto a menudo de dónde nace ese anhelo
e intento, aunque sea vagamente, escribir sino respuestas definitivas al menos
algún apunte al respecto.
Lo primero que se me ocurre tiene que ver con
la inmediatez con que pueden aparecer (y también desaparecer) los deseos … y
esto me pasa porque tengo la imagen bien de la estrella fugaz o las velas de
cumpleaños. Esto me da una idea de inmediatez pues el “¡piensa un deseo!”
empieza y acaba en el momento de esa estrella o en el soplido de las velas; se
trata entonces de un anhelo que tan solo es la intención de que algo pase … e
incluso de una intención que no puedes expresar por aquello que si lo dices ¡no
se cumple! Pero para nada se establece un plan premeditado para que aquello que
“piensas” se lleve a cabo.
A veces pienso que esto de los deseos tienen
algo de irracional o al menos de escasa probabilidad de que se den … ¡Qué se
acaben las guerras! o ¡Qué me toque la lotería! no dejan de ser “sentencias”
bien intencionadas, pero a no ser que seas un super-líder mundial o compres
todos los “boletos”, no dejan de ser ilusiones con vaga posibilidad de que se
materialicen.
Tengo en mi cabeza (y también en el cuerpo)
aquella connotación carnal del deseo, diría que en este caso responde a un
instinto que tal vez se aloje en nuestras pasiones; en el caso de muchos
hombres si se trata de una mujer apetecible y está harto buena… si quieren, ya me entienden… y si además a este tipo de emoción-pulsión viene
adrezada con sentimientos … pues eso, que pastel y guinda.
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Leí no sé dónde, que el deseo es como una oración, oración entendida como plegaria. Algo que pedimos a un ser superior (a Dios, si creen) en ese caso creo que, aunque se parezca, la oración tiene algo de ceder nuestra voluntad a la del Creador. La oración sincera debería el anhelo personal hacia algo más “noble”, algo sujeto a un orden o un plan, un orden que tal vez no conozcamos y por tanto ni sea favorable ni probable que nos tenga que ocurrir.