Si yo les contara, y es porque lo he leído por
allí, que la caída de una pluma sobre una enorme cama elástica provoca en ésta
una deformación imperceptible; o si yo les contara, y es porque lo he oído por
allí, que el impacto de un mosquito que ameriza en altamar un día de tormenta puede
ocasionar “milimétricas” vibraciones el puente de mando de un trasatlántico que
navega por la zona… pensarán que les
estoy contando verdaderas insignificancias.
Pues al parecer, y aunque en ambos casos las
comparaciones resulten odiosas, esos fenómenos descritos, se han utilizado para
explicar la reciente medición de las Ondas Gravitacionales. Pueden pasarse por
este artículo si no saben a lo que me refiero.
El hecho, mucho más que imperceptible me ha
hecho pensar en la grandeza de las cosas pequeñas, y más cuando éstas o
aquellas explican una gran realidad. Y como se trata de insignificancias nada
perceptibles por cualquiera de nuestros sentidos, he caído en la tentación de
pensar que esa minúscula realidad explica (supera) con creces el conocimiento
de lo que podría ser algo tan grande como origen del universo.
Realidad insignificante frente a la Gran
Realidad con MAYUSCULAS, realidad incomprensible o imperceptible frente a la
realidad que se escapa al conocimiento del común de los mortales (Al menos que
no seas Einstein o el próximo premio Nobel de Física)
No, no creo, y la comunidad científica me
apoyaría, que estemos hablando de ficción, pero mira por donde cuando hay tanto
desconocimiento en una materia (o conocimiento en mentes de unos pocos) la
ficción merodea por allí con intención de competir con la realidad por muy insignificante
que resulte ésta. Será que la ficción goza de un poder que no necesita aparatos
de medición y por ello conforma nuestras mentes limitadas.