A diferencia de los tucanes, las conejas o los hipopótamos
los seres humanos tenemos la extraordinaria capacidad de moldear diversos
músculos faciales a nuestra voluntad. En concreto y de eso va el post, estoy
hablando de los llamados músculos risorios.
Me atrevería a decir, y por la práctica que he realizado
estos últimos días, el músculo risorio (más los demás de la cara que le
acompañan) ostenta un gran poder, y pienso que este poder puede llegar más
lejos de lo que nos imaginamos.
Algunos pensarán que articular ese músculo a puede ocasionar
el efecto de la risa forzada, la que no acompaña con la mirada, incluso aquella
que puede sonar a fraudulenta; sin embargo con un pequeño golpe de voluntad
(evidentemente que el estado de ánimo acompaña) podemos abrir una ventana a una
sonrisa que sin duda alguna abre muchas puertas. El músculo risorio no solo
provoca ese conocido movimiento labial sino que también, y por estar ligado a
otros músculos faciales, dibuja en nuestra cara un gesto de bienvenida, cortesía
y amabilidad.
Este pequeño gesto provoca no solo en nuestro interior
un cierto bienestar sino que puede ser contagioso al
interlocutor que tratemos sea en el ámbito que sea. Yo les diría que hagan la
prueba y comprueben los resultados independientemente del cómo se encuentren,
recuerden que “el otro”, desconoce nuestro interior o incluso se puede
encontrar peor que ustedes.
Y por supuesto, la sonrisa humana a fuerza de practicarla no
convierte al quien la realiza, ni en hiena ni en chimpancé, eso son semblantes
risorios fruto de una articulación animal característica de esas especies.