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Me preguntabas si tu palabra me aburría… algo
así como si sospecharas que no me interesaba tu proyecto, como si la bebida o
el ingrediente no me fueran de interés… No, no era eso, no era ni la palabra,
ni el interés ni los pormenores que me contabas. Tu palabra me envolvía, fuera
la que fuera lo que me contaras, me abrazaba y me atrapaba por el dibujo de tu
cara, tu sonrisa contaras lo que contaras.
Qué bueno que una cosa llevara a la otra, que
el juego no solo fuera abracadabras o trabalenguas, sino que nos llevara a ese
u otro tema acompañados siempre por la palabra. Y te conté también que la
palabra era pretexto, puede que contexto, pero en mi caso era como escabullirme
de mí…
Una chica de ayer, me contó que escribir era
como besar con la mente ¡aplauso a quien lo dijo! … y si seguimos con el
argumento, dime qué son las comas, los espacios, los puntos seguidos o los
suspensivos; qué una caricia, qué un suspiro o un aparte sin que venga el
temido punto final.
Y del pasear de la conversación, salió aquel
río; que si era afluente o era fuente en aquel pueblo en que aquel día nos
cogió el llover. Pienso que cualquiera
que fuera la fuente, afluente o río …nos arremolinaría y arrollaría; ya se
sabe, es lo que tiene el agua.
Y hablabas del agua, o del río y el remolino o
de las caricias en el meandro, de las crecidas y los afluentes … y yo te quería
hablar de la desembocadura en el mar … que, aunque fuera en delta o en estuario
lo mejor sería cruzar al mismo horizonte …
Y que, queriendo más, ni que la corriente nos
arrastre por el estrecho y nos amenace el peligro incluso el ahogo ¿por qué no
pedir la inmensidad del océano?
Sea riachuelo, río u océano... decirte hola o
adiós siempre ha sido robarte un cachito de tu inmensidad …y es más que sabor y
más que boca.
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